Hola, yo soy Paquita la del Barrio y esta es mi historia.
Nací como Francisca Viveros Barradas en un pueblito de Veracruz llamado Alto Lucero, rodeado de montañas y nubes blancas. Mi infancia no fue fácil. Mi madre, Aurora Barradas, sufrió mucho en la vida. Tuvo hijos con diferentes parejas y enviudó más de una vez.
Yo fui criada por mi tía Lucía, pues mi madre tenía que trabajar duro para sacar adelante a mis hermanos.
Desde pequeña, la música fue mi refugio. Crecí escuchando las canciones rancheras que mi madre y mi tía cantaban mientras trabajaban en la finca de café.
Me encantaba verlas entonar esas melodías llenas de sentimiento, y poco a poco fui imitándolas. Mi tía Lucía, quien me crió, siempre decía que tenía buena voz y me animaba a cantar en reuniones familiares.
Con el tiempo, me di cuenta de que cantar me hacía sentir libre, como si pudiera escapar de las dificultades de mi infancia. Montaba a caballo por los caminos de mi pueblo cantando para hacerme compañía.
Estudié hasta sexto de primaria y a los 16 años comencé a trabajar en la presidencia municipal de mi pueblo, registrando nacimientos, matrimonios y defunciones. Ahí conocí a Miguel Gerardo, el padre de mis hijos. Él tenía 44 años y yo solo 16. Me enamoré sin saber que era casado. Nos casamos cuando cumplí 18 y tuvimos dos hijos: Iván Miguel y Javier.
Cuando descubrí su engaño, tomé a mis hijos y me fui a México en busca de una mejor vida. Aquí conocí a Alfonso Martínez, mi segundo esposo, con quien compartí más de 30 años. Él fue un padre para mis hijos, aunque con el tiempo supe que también me traicionaba.
Descubrí que tenía una hija con otra mujer y que incluso se llevaba la comida de nuestro restaurante para su amante. Me dolió, pero la vida me ha enseñado a salir adelante sin depender de nadie.
Mi carrera musical inició casi por accidente. Todo comenzó cuando mi hermana Viola y yo formamos un dueto, pero cuando ella decidió irse al extranjero, me vi obligada a seguir sola.
Fue un momento difícil, pero abrí mi propio negocio, Casa Paquita, donde cantaba todas las noches. Al principio, la respuesta del público fue modesta, pero poco a poco, mi estilo y mis letras comenzaron a conectar con la gente.
Una noche, improvisé la frase "Me estás oyendo, inútil" y la reacción del público fue inmediata: carcajadas, aplausos y vítores. Desde entonces, entendí que mi música tenía el poder de tocar fibras profundas y representar a muchas mujeres que han sufrido en el amor.
Las canciones que interpreté se volvieron himnos para muchas mujeres que han sufrido por amor: "Rata de dos patas", "Cheque en blanco" y "Tres veces te engañé", entre otras.
Mi música es un reflejo de mi vida, de mis dolores y mis triunfos. He trabajado duro para todo lo que tengo y nunca permití que nadie me mantuviera. Al contrario, fui yo quien sacó adelante a mi familia.
La vida me ha dado golpes duros, como la pérdida de mis hijos gemelos y la muerte de mi madre en el mismo año. Pero Dios me mandó una bendición: mi hija Marta Helena, a quien adopté cuando era bebé. Hoy, mis ocho nietos son mi mayor alegría.
Nunca volví a enamorarme. Hubo algunas oportunidades y personas que intentaron conquistarme, pero después de tantas traiciones, decidí dedicarme a mi música y a mi familia.
No me arrepiento de nada. La vida me hizo fuerte y aquí sigo, cantándole a la gente, diciendo verdades y representando a tantas mujeres que han sufrido por amor. Porque como siempre digo: "Los hombres deberían pensar más en lo que hacen, porque al final, quien los cuida es la mujer que tienen al lado".
Gracias por leer mi historia.